Llegaste a mi vida un 28 de diciembre, como si el destino intentara gastarme una inocentada, pero fuiste el mayo regalo de todos los que he recibido nunca.
Habrá quien piense que yo te salvé, pero la realidad es que tú me salvaste a mi. Tu ronroneo, tu mirada transparente y el sedoso tacto de tu pelo entre mis dedos eran mi mejor medicina.
Gracias a ti nunca he estado sola durante estos 7 años. Me esperabas detrás de la puerta cuando llegaba a casa, evitabas que me quedara dormida por las mañanas, te tumbabas a mi lado mientras leía, estudiaba, escuchaba música, incluso cuando salía de la ducha tenía que evitar pisarte; siempre estabas a mi alrededor.
Aprendí a darme la vuelta en la cama sin despertarte y tu aprendiste a despertarme dándome suaves golpes con tu patita. Aprendí a interpretar el significado de todos y cada uno de tus maullidos y tu aprendiste que Lola era tu nombre y a venir cuando te llamaba.
Una noche, a los pocos días de conocernos, te miré mientras dormías. Eras tan inocente, tan confiada, tan dulce y tan cariñosa que sentí que si algún día te pasaba algo se me rompería el corazón. Fueron pasando los años y creí que siempre formarías parte de mi vida, que tú eras mi constante, que nos convertiríamos juntas en unas viejas gruñonas... pero ahora tendré que hacerlo sola.
Cuando en febrero me dijeron que estabas enferma y que tenía que hacerme a la idea de que teníamos el tiempo contado no quería creérmelo, tenías el mismo aspecto de siempre y estabas tan llena de vida... y así fue hasta los últimos días. Empezaste a apagarte casi sin que me diera cuenta, te tumbabas en la parte más fresca del salón y me mirabas desde allí.
No fui capaz de obligarte a quedarte más tiempo a mi lado, me despedí de ti en la misma sala en la que nos conocimos. Simplemente te dormiste mientras te acariciaba, como tantas otras veces, solo que esta vez mi corazón estaba roto en mil pedazos y no sé si algún día podré recomponerlo.
Han pasado casi dos semanas y no me acostumbro al vacío que has dejado en mi vida. Todavía espero que tus increíbles ojos verdes sean lo primero que vea cuando abro los ojos por la mañana y miro al suelo antes de poner los pies cuando me bajo del sofá para no pisarte. A veces creo verte por el rabillo del ojo y te he oído llamarme a lo lejos...
Lo único que sé, mi niña, mi ratona, mi amor, es que por mucho tiempo que pase, siempre estarás a mi lado. Lo único que sé, mi princesa de ojos verdes, es que por mucho tiempo que pase, siempre dormirás en mi regazo.
Lola (15/06/2011-16/08/2018)
Comentarios
Publicar un comentario